Con la violencia en la lengua

"Si nos sacan de la Plaza les vuelo la Casa de Gobierno". Una más de Hebe de Bonafini. Y una más en la que los jueces siguen sin mosquearse ante las amenazas de quien ya tiene como deporte violar cuanto artículo tenga el Código Penal a la hora de cargar contra los que ella tiene por "enemigos a muerte".

En este caso no hace falta ser jurista para entender que el "les vuelo la Casa de Gobierno" viola, entre otros, el artículo 211 del Código Penal, que establece: "Será reprimido con prisión de dos a seis años, el que, para infundir un temor público o suscitar tumultos o desórdenes, hiciere señales, diere voces de alarma, amenazare con la comisión de un delito de peligro común, o empleare otros medios materiales normalmente idóneos para producir tales efectos".

Pero, por lo visto y repetido, parece que la titular de Madres de Plaza de Mayo, por el solo hecho de serlo, tiene pase libre para saltarse la ley cuando se le cante, sin que la Justicia mueva un dedo.

En tanto, la ciudadanía tiene que asistir una y otra vez al bochornoso e indignante espectáculo que da Bonafini, cada vez que se le antoja, con sus amenazas a jueces, al Gobierno o a cualquiera que se le cruce en el camino si no comulga con ella. Y no con menos asombro a la inexplicable inacción de los jueces ante lo que a todas luces es un delito contante y sonante, lo que obliga a preguntarse si la Justicia tiene distintas varas de medir, según de quién se trate.

Esta vez, la ira con la que vive Bonafini se infló con la instalación de unos atriles que el Gobierno de la Ciudad instaló en la Plaza de Mayo para reseñar su historia.

"A Macri y Larreta les aviso una cosa: si a las Madres nos quieren sacar de la Plaza, yo, Hebe de Bonafini, les vuelo la Casa de Gobierno, no me importa que me maten", dijo. Y añadió, con su novedosa forma de insultar: "A Rodríguez Larreta, otro polenta polenta, le agarró el berretín de remodelar la Plaza y la remodela ensuciando los pañuelos. Rodríguez Larreta, la polenta de tu madre".

Si ésta es la dignidad de quien se arroga la propiedad de los derechos humanos, que venga Dios y lo vea.

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